Uno de  ellos es Javier, quien llegó  al Santuario, luego de caminar casi 48 hs, como desde hace 15 años, movido por la necesidad de agradecer un pedido concedido por el Señor  de los Milagros.  Aquel día prometió que mientras el cuerpo se lo permita, lo seguirá haciendo.

Emprender la peregrinación a pie requiere mucha organización, desde el equipaje que debe ser liviano pero con todo lo indispensable; la ropa, en lo posible con bandas refractarias y los horarios de salida, llegada y descanso, sobre todo teniendo en cuenta las condiciones climáticas. Por eso desde hace dos años, Javier se unió a la Agrupación Cachín Corvalan y así, “todo se hace más liviano”

Javier regresó a su hogar con la satisfacción de la promesa cumplida. En él, lo esperaba su esposa Pilar, quien llegó desde Perú hace poco más de una década y es quien hoy comparte con él la devoción por el Señor Milagroso, una expresión de fe que trasciende las fronteras.